jueves, 27 de octubre de 2011

S.O.S por el teatro infantil ¿Un género menor? Nos hacemos esta pregunta cuando ponemos todo nuestro esfuerzo, profesionalidad y cariño en hacer el teatro más delicado, el dirigido al público más vulnerable, más sensible; pero también el más exigente: los menores. Nuestra producción, como tantas otras, cuenta con idénticos recursos -humanos y materiales-, y con tanto o más talento artístico que cualquier montaje para adultos. Sin embargo… nos sentimos silenciados, obviados. Hacer teatro en este país, en estos momentos, es difícil. Hacer teatro infantil, y no arruinarse en el intento, es un milagro. Está demostrado que cuanto antes se enfrente el niño al hecho escénico, más posibilidades tendrá de sumergirse en los misterios del arte. No es necesario defender que el teatro infantil es importante, y no debe hacerse de cualquier manera, ni subestimar a su público. Por todo esto, os rogamos dar el trato mediático merecido, en promoción y crítica, a los montajes dedicados al público familiar. No pedimos un tratamiento especial, pedimos ser objeto de la misma rigurosidad que el resto de las producciones. Para sobrevivir, necesitamos vuestra ayuda. Ana Graciani Dramaturga

lunes, 4 de julio de 2011

FÉNIX EL PÁJARO

¿Por qué y para qué Fénix, el pájaro?

Este proyecto nace desde la necesidad de hablar del miedo -para vencerlo- y hacerlo mediante el lenguaje universal y maravilloso del juego -para que lo entiendan hasta los más pequeños-. Y como no se puede hablar del miedo con miedo, lo primero fue pasar por encima de los tabúes, para enfrentarnos, como la niña Pepa, con nuestros mayores temores cara a cara.

Con esta premisa, lúdica, vitalista y osada, y sobre las alas siempre resurgentes del mitológico pájaro Fénix, se fraguó un texto, que, en principio, quien lo leía, pensaba que no era “muy para niños”, “demasiado profundo, quizá”, decían. Pero, ¿hay algo más hondo que la mente de un niño?

Fénix, el pájaro se inspira en la gran obra maestra Peter Pan. Aquel niño no quería crecer. Nuestra protagonista Pepa, que tiene diez años, quiere hacerse mayor a toda prisa. Ambas funciones hablan de la muerte. ¿Es Peter Pan demasiado profundo? Por supuesto. Ojalá nuestro pájaro pudiera tan sólo llegar a los talones de la profundidad de las botas verdes del eterno personaje de J. M. Barrie.

La puesta en escena de la función merecía un trabajo minucioso, detallista, pero, sobre todo, desenfadado y divertido. Teníamos que lograr que los niños lo pasaran bien desde un principio para seguir bien la historia, que lograran empatizar con la niña y alucinar con ese tipo loco que asegura ser un pájaro de fuego. Las diferentes creaciones se fueron desarrollando en un íntimo trabajo de equipo. Entre todo, nos inventamos un mundo frontera entre varios mundos, para que habitaran los personajes capaces de cruzar sus lindes, en un sentido y en el otro.

La música original, cantada en directo, creada para la interacción, del compositor Tuti Fernández, fue todo un acierto. Las canciones son pegadizas, coloristas y se sitúan en las antípodas del sonido ñoño e infantiloide, acercándose a ritmos mucho más directos, intensos y verdaderos, como el rock and roll o el blues.

 La escenografía, de Davo Martínez, consigue situarnos en la noche, tan fantástica como real, de un parque infantil, compuesto únicamente por neumáticos reciclados y pintados, al que no le falta de nada, ya que las ruedas forman y conforman todo lo que necesitamos: toboganes, columpios, balancines, bancos, túneles, torres… El nidomotor es el vehículo en el que viaja y vive el pájaro Fénix, y como tal, resulta estrambótico y flipante. Ocupa el lugar de un personaje más, con la gran responsabilidad de servir para inventar personas.

A la vez que los personajes iban tomando forma interior en el proceso de ensayos, Cristina Simón fue la encargada de vestirlos por fuera, labor nada sencilla, ya que no queríamos partir de ningún estereotipo, sino inventar su singularidad, verosímil y quimérica a la vez. El día que dimos por fin con el figurín del pájaro Fénix, ese ser “poli-polar”, mitológico y moderno, mendigo y prodigioso, mago y carente de sentimientos básicos, significó una gran alegría para todos.

La iluminación, de manos de Mario Copete, también juega un papel fundamental, porque es allí, dentro de la luz, donde reside otro de nuestros personajes protagonistas, Obi, la sombra, que encarna al peor de los miedos. Y, como no podía ser de otra manera, la luz de la sombra es la luz… ¡negra!, tan teatral a su vez, y que nos brinda el misterio fluorescente que requiere la historia.

Esta función no habría sido posible sin la increíble versatilidad, el gran talento y la confianza plena de nuestros dos actores protagonistas: Carolina Montoya y Arturo Parrilla.

Pero, como pasa siempre, todo parte de la fe, la ilusión, el toque de locura  y el amor al trabajo de un equipo de producción, que, de repente, desde el blanco y negro de un texto, cree en un proyecto y se embarca en él rumbo al arcoíris. En este caso, Matilde Rubio y Charo Sánchez Casado, se agarraron de la mano del par de niñas que todavía vive en su interior dispuestas a pilotar el nidomotor de nuestro pájaro, dejando en casa el miedo a las alturas. Los responsables de la Sala Cero, de Sevilla, nos abrieron las puertas de su experiencia y profesionalidad, nada más tocar en ellas, porque también creyeron que Fénix existe para reinventarse y volar y volar…